miércoles, 30 de mayo de 2012

Recorriendo Perú




Siempre que abro una guía de Lonely Planet y leo la biografía de los que la han escrito me dan ganas de imitarles, de irme a un destino de determinado y sólo volver a Madrid para vender mis cosas y llevarme una maleta llena de recuerdos.  
En esta ocasión, no iba a ser menos. Y ya en el avión iba releyendo los pormenores de los lugares a los que íbamos para no perder detalle (sobre todo porque da muchísima rabia irte de un pueblecito y que en el siguiente otros mochileros te cuenten que justo a cinco kilómetros había una maravilla que no te podías perder).
Y ya sin más dilación, paso a aportar alguna información que a lo mejor le resulta a alguien de utilidad.


Compañía aérea

Después de ver la disposición de los aviones que vuelan a Lima, nos decantamos por Lan por el siguiente motivo: cada asiento tiene pantallas individuales. Puede no parecer algo tan trascendental, pero si en medio de la noche te despiertan los ronquidos de otro pasajero, al menos puedes ponerte los cascos y ver Super 8. Para mí con esto, la opción de Lan ganó todos los puntos. Otro dato a tener en cuenta es ante todo y sobre todo que te sienten lejos de los baños.  Un vuelo de doce horas da para que muchos pasajeros tengan que levantarse varias veces a lo largo de la noche. 

El itinerario que planifiqué fue volar de Madrid a Lima en el vuelo de las 01.00am (así vas durmiendo) y de Lima a Cuzco directamente, y luego cogí la vuelta  Lima-Madrid. El precio se incrementa muy poco con respecto a comprar un Madrid-Lima-Madrid y así te ahorras un vuelo que seguramente tengas que adquirir ( ya que la distancia Lima- Cuzco es muy extensa).

Cuzco


Este fue nuestro primer destino. Cuzco (o Cusco) es turística pero acogedora a la vez. Para empezar el viaje me pareció la ciudad perfecta ya que te ubicas rápidamente y te vas adaptando a caminar en las alturas. La falta de oxígeno es acuciante, pero con calma, munia (plantita que al frotar y aporta oxígeno) y con té de coca uno se acaba habituando. 
Hice caso a un amigo que nos recomendó el Home Sweet Home para alojarnos. Y la verdad es que este hostal no podía ser mejor. Está situado en el barrio de San Blas, en la parte del mirador (motivo por el cual me acordé de la familia de mi amigo mientras subía hasta allí el primer día). Pero las vistas y sobre todo el desayuno merece la pena.  
Desde Cuzco es muy fácil moverse por el Valle Sagrado y visitar las ruinas de Sacsayhuaman, Qenqo, Cristo Blanco y Pucapucara. Nosotros lo hicimos a caballo. En concreto mi caballo, Bonito, se asustó cuando iba galopando y se cruzó con una mariposa. Como consecuencia, caída del caballo a lo John Wayne y poco más.   

Recuerdo un restaurante que me gustó especialmente , The Muse. Está justo al lado de la plaza de Armas y su pollo a la musa es una delicia... hmmm!

Aguas Calientes

Es un lugar de paso, únicamente para trasnochar antes de subir a Machu Picchu. Pasé la noche en el hostel Los caminantes, un tanto ruidoso pero barato y limpio.
Desde la estación de tren salen autobuses cada diez minutos a partir de las 5am para visitar la atracción más conocida de Perú: el Machu Picchu. También se puede ascender andando o hacer el camino Inca, pero mi prioridad era admirar la zona sin demasiados turistas, así que escogí subir en el primer bus. A media mañana, después de haber pateado la zona y haber tomado tropecientas fotografías, volvimos a salir a la entrada para negociar un buen precio con algún guía, con tal suerte de que nos juntamos con una pareja de Puno y entre los cuatro contratamos a Abelardo (el guía de Bill Gates) por 80 soles. Entre otras curiosidades, nos explicó que en Machu Picchu no hay banderas, porque allí todos somos iguales ( y según nos iba contando historias me alegré muchísimo de que me tocara un guía que vivía con pasión su profesión. Es... de lo mejor que te puede pasar en un viaje).
Puno
Fue la ciudad que menos me gustó del recorrido, si bien es verdad que lo de las Islas Uros (islas flotantes hechas con totora en el lago Titicaca) resulta cuanto menos curioso. En Puno cogimos un barco para visitar las islas del lago, Taquile y Amantaní,  y nos quedamos a dormir en esta última.  Cuando llegas al embarcadero de Puno, los isleños te venden que vas a estar con una familia de allí viendo como viven... Nada más lejos de la realidad. Si hasta habían montado hoteles rurales en la zona.

El punto positivo de esta excursión fue la gente extranjera que conocí: unos ciclistas suizos, dos hermanos americanos igualitos a Zipi y Zape, otros dos hermanos franceses... Todos tenían los mismos intereses viajeros que yo y cuando conoces gente así mientras estás fuera resulta muy interesante poner en común los países visitados. Eso sí, todos me preguntaban con aspecto preocupado por la situación económica de España. 
Ya de vuelta a la ciudad, fuimos a tomar el primer café con sabor a café de mi viaje en una cafetería de la calle Lima 427 llamada Sweet Cafe. Muy recomendable para grandes cafeteros como yo.
Tuvimos la suerte de poder quedar con la pareja con la que recorrimos Machu Picchu, que nos enseñaron el punto de encuentro allí: el Positive, un bar con un cuadro gigante de Bob Marley y música reggae que acompañaban a pasar un rato en buena compañía. Tan buena que casi perdimos el autobús que nos llevaba a nuestro próximo destino.
Arequipa
Arequipa es una ciudad bulliciosa, en la que a priori tienes la sensación de salir del relax conseguido en los puntos anteriores. Pero, tras dar un par de vueltas y habituarme al terreno, la verdad es que era una ciudad que me recordaba a Salamanca, con ambiente pero sin el jaleo de una capital. Y se puede apreciar que es una ciudad próspera en ejemplos como el de las ancianas tomando el té en La Plaza de Armas, que parecían sacadas de Amar en tiempos revueltos.
Nuestro albergue en Arequipa (Home sweet home de nuevo) tenía un aire europeo, con un patio comunitario en el que relacionarte con otros inquilinos, desayuno en la terraza desde donde se divisa toda la ciudad y otros detalles que permitían la coordinación perfecta del lugar.
A mí me encantó la excursión al Cañón del Colca pero sé que fue en gran medida porque por segunda vez, nuestro guía era un motivado de su tierra. A parte de muy culto era un firme defensor de la coca y nos dio unos motivos tan convincentes que me pasé el resto del viaje mascando la plantita y notando cómo se te dormía media cara. No sé si efectivo o no, pero no sentí mal de altura en ningún momento.
Además el viaje hasta el Colca resultó fascinante: colores y texturas del desierto peruano que hacía que pegara la nariz al cristal como un niño en una tienda de golosinas.  Me resulta muy complicado exponer aquí mis emociones... Hay que vivirlo. El caso es que esta excursión merece la pena. El primer día en Chivay se pueden visitar unas termas increíblemente reconfortantes. Y el segundo día en el Colca se puede contemplar el vuelo del Cóndor. Majestuoso, planea sobre su público extendiendo sus enormes alas. Son segundos de plena felicidad.




ICA
Aquí hicimos una parada muy divertida en su desierto de Huacachina, lugar donde se hace el campeonato mundial de sandboard y donde tuvimos oportunidad de probar nuestras habilidades sobre dunas gigantes.  Después de revolcarnos en la arena y visitar unos viñedos ya que es la zona vinícola del país, hicimos noche en Paracas.

Paracas
Llegamos de noche y fuimos directamente al Refugio del Pirata, a fin de cuentas, un hostal con ese nombre no podía ser malo.  Y le sacamos mucho partido al bar que tiene al lado, donde servían un rico Pisco Sour y emitían videclips de Estopa. Un clásico.
Por la mañana nos embarcamos en la excursión por las Islas Ballestas, reserva natural de pájaros pingüinos Humboldt y elefantes marinos que te deja perplejo durante todo el recorrido. Supongo que Hitchcock se inspiraría en un lugar como este para hacer Los pájaros.
Esta zona, además, es ideal para probar el ceviche, plato típico peruano de pescado macerado en lima.
Y de aquí viajamos a Lima para coger un vuelo a nuestro siguiente destino.
Iquitos
Esta ciudad es tan alegre como La Habana. Con su malecón, su clima tropical, la gente tan agradable... me hubiera quedado varios días allí simplemente viendo la vida pasar. Destacable es también su hostal El colibrí, que adquiere la categoría de "glorioso" cuando enciendes el aire acondicionado de la habitación. Y el Yellow Rose of Texas, restaurante donde puedes comer un caimán delicioso (aunque decepciona comprobar que sabe a pollo).
Eso sí, en cuanto llegas te empiezan a avasallar diferentes comerciales que te ofrecen la mejor excursión a la selva, el contacto más cercano con la naturaleza, la aventura más excitante, bla bla bla... En definitiva, son todas más o menos iguales. Varían los precios eso sí, más lujos, más caro.
Nosotros por falta de presupuesto escogimos lo "más auténtico" ,es decir, lo más barato. Y para mí ha sido una de las mejores experiencias de mi vida: conocer el Amazonas. Antes de nada, aclarar que este no es un viaje para alguien que tenga fobias a insectos, pero he de decir que allí los bichos tienen el tamaño de un animal de compañía, con lo cual tiendes a relajarte porque hay tantos que te acabas habituando.
Es impresionante, el Amazonas huele a flores. De vez en cuando cierro los ojos aquí e intento recordarlo, aunque casi siempre mi recuerdo se ve pertubado por la contaminación de Madrid. 
Lo que más me impresionó fue pasear por la selva de noche, llegar a una laguna y que el guía te diga que apagues la linterna. Aún se me pone la carne de gallina de pensarlo. La cantidad de sonidos que puedes percibir y lo endeble que es el ser humano en un entorno como ese: tarántulas, serpientes, ranas, caimanes... Son algunos de los animalitos con los que te puedes encontrar.
Otras de las actividades que hicimos allí fueron: la pesca de pirañas, la caminata hasta ver las Victoria Regia (nenúfares gigantes en los que se puede sentar un bebé), colgarte de lianas, ver algún perezoso, monos, tucanes, serpientes y mil variedades de árboles.
Lima
Fue nuestro último destino y sólo le dedicamos dos días (suficiente). Lima me recordó mucho a Madrid con mayores distancias. Es bonita pero después de todo lo visto, empleé el tiempo en acudir a Polvos Azules, un centro comercial que, si bien no es peligroso, tienes que estar muy al tanto de tus cosas. Estuve buscando un objetivo para mi cámara, pero anticipo por si a alguien se le ocurre ir, que mi búsqueda resultó infructuosa.
Nuestro alojamiento allí fue en la zona de Barranco y el hostel, Barranco Backpackers Inn, tiene un ambiente surfero muy entretenido. Además teníamos al lado el restaurante en el que pude probar la mejor lasagna que he comido en mi vida (sí, en Perú): Il romano en el Parque Municipal. Merece la pena pasar una velada en compañía del simpático dueño, que prepara las recetas como le enseñó su mamma.
Cuando volví a Madrid, mucha gente me preguntó, ¿por qué Perú? Pues bien, después de haber estado allí lo que yo me pregunto es por qué no habré ido antes.

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